Lo más impresionante es lo inesperado. Ya que dependiendo de nuestra actitud seremos formados o destrozados. Nada se puedes cambiar cuando el designio de Dios nos toca el rumbo de nuestros planes.
Vivimos muy deprisa. Tanto que apenas nos damos cuenta que la vida está pasando delante nuestra y que somos solo simples espectadores viéndola correr. Nos hemos acostumbrado a no sentir, a sobrevivir, a dar por hecho que las cosas son de una u otra manera, sin cuestionarnos si podemos hacer algo para cambiarla.
las aflicciones y dolores por los afanes de esta vida comienzan a descansar en aquel que por su gracia y misericordia reinan en nuestro corazón, al Rey de reyes y Señor de señores, Jesucristo. Y cuando menos te lo esperas va la vida y te sorprende, te pide que pares, que reflexiones, que valores si verdaderamente estás haciendo lo que quieres, disfrutando de las pequeñas cosas, de los mil momentos que te ofrece, de los olores, sabores, personas, en definitiva de todo aquello que verdaderamente te hace feliz. Y muchas veces es necesario que sucedan cosas, que cambien los esquemas, que la vida te de un tirón de orejas para darte cuenta que no estás haciendo lo correcto, que estabas dedicándole demasiado tiempo a eso que aunque necesario no te hace feliz. Sin saber cómo ni por qué, la vida siempre te acaba sorprendiendo cuando menos te lo esperas. ¿Es que quizá las personas no tenemos control alguno sobre nuestro destino y este fluir vital en que nos envolvemos cada día?
Desde luego, lo tenemos. Lo que ocurre es que muchas veces somos nosotros mismos quienes nos cerramos las puertas a las oportunidades, a estos cambios a estos actos fortuitos satinados de positividad y esperanza a los que todos tenemos derecho.
«Esto dice el Señor, el Señor que hizo la tierra, que la formó y la estableció, cuyo nombre es el Señor: pídeme y te daré a conocer secretos sorprendentes que no conoces acerca de lo que está por venir. (Jeremías 33:2-3).
La vida es un extraño carrusel donde lo bueno y lo malo nos visita por igual, pero somos nosotros, con nuestras actitudes y nuestros pensamientos, quienes debemos empujar a esta rueda para que siga girando, con optimismo y esperanzas renovadas, para que al final llegue lo que merecemos.
Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo. Mateo 13:44.
Esta parábola no hace referencia que podemos comprar con nuestro dinero el reino de Dios; pues lo que realmente significa es que el reino de Dios es nuestro tesoro más preciado.
Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.”(Lucas 12:15)
Vamos tan deprisa que a veces se nos olvida lo más importante: llenar de vida nuestros días.
ORACIÓN .
Señor. Concedeme. la capacidad de poder ver tus oportunidades, para llegar al concepto verdadero de la vida, que es el tesoro celestial por el cual estoy predestinado. Amén.