RECIBIR EL PERDÓN DE EL SEÑOR.

Más para estar dispuesto a recibir el perdón, necesitamos primero mirarnos a nosotros mismos. Saber entender que el pecado reina en nuestra vida y que solo con un arrepentimiento genuino lo lograremos.

El perdón es uno de los temas principales del Gran Libro. Desde la historia de Adán y Eva en el libro de Génesis y a través de las Escrituras vemos a muchas personas que pecaron y cometieron grandes errores. También leemos cómo Dios las perdonó y restauró. Son historias llenas de luchas y también del triunfo sobre el pecado y el mal.

Así es como Dios desea que vivamos, en comunión con él. Anhela perdonar nuestros pecados, restaurarnos en su amistad. Dios desea que nuestras historias también reflejen la transformación que llega como producto de su perdón y amor.

Por esto que hay tres puntos importantes para esto:

El primero. Confesar que somo pecadores.  Es expresar y reconocer las cosas malas que hemos hecho, decirlas a Dios. Él conoce todo y ya lo sabe. Pero nosotros necesitamos aceptar en humildad delante de él que le hemos fallado y hemos hecho cosas que van en contra de su deseo para nosotros. Este paso de confesión abre la puerta para que su perdón fluya y nos alcance.  Dios nos limpia de toda maldad. No hay absolutamente nada que podamos confesarle que él no pueda perdonar. Su amor y su perdón alcanzan y cubren cada rincón de nuestro corazón.

El segundo. Es arrepentirse. No basta con confesar y reconocer las cosas malas que hemos hecho. ¡Necesitamos arrepentirnos!. Cuando nos arrepentimos expresamos el dolor que nos causa ver los errores que hemos cometido y eso nos impulsa a hacer los cambios necesarios para comenzar a actuar como Dios quiere.

El tercero. Creer en Jesucristo. Es importante expresar con nuestra boca la certeza que hay en nuestro corazón. Debemos confesar que Jesús es el Señor. Decidimos pasar el señorío de nuestra vida a él. Ya no hacemos más lo que queremos, no vivimos para satisfacer nuestro ego. Él es el Señor y le obedecemos porque nos ha transformado y ha dado sentido real a nuestra vida.

Uno de los fariseos invitó a Jesús a cenar, así que Jesús fue a su casa y se sentó a comer. Cuando cierta mujer de mala vida que vivía en la ciudad se enteró de que Jesús estaba comiendo allí, llevó un hermoso frasco de alabastro lleno de un costoso perfume. Llorando, se arrodilló detrás de él a sus pies. Sus lágrimas cayeron sobre los pies de Jesús, y ella los secó con sus cabellos. No cesaba de besarle los pies y les ponía perfume. Cuando el fariseo que lo había invitado vio esto, dijo para sí: «Si este hombre fuera profeta, sabría qué tipo de mujer lo está tocando. ¡Es una pecadora!». Entonces Jesús respondió a los pensamientos del fariseo:—Simón —le dijo—, tengo algo que decirte.—Adelante, Maestro —respondió Simón. Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? . Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. ( Lucas 7:36-43).

Si confesamos nuestro pecado y nos arrepentimos de corazón, Dios es fiel para perdonar, atrás vez de Jesucristo.

Luego se volvió a la mujer y le dijo a Simón:—Mira a esta mujer que está arrodillada aquí. Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para lavarme el polvo de los pies, pero ella los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos. Tú no me saludaste con un beso, pero ella, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies. Tú no tuviste la cortesía de ungir mi cabeza con aceite de oliva, pero ella ha ungido mis pies con un perfume exquisito. »Te digo que sus pecados —que son muchos— han sido perdonados, por eso ella me demostró tanto amor; pero una persona a quien se le perdona poco demuestra poco amor.Entonces Jesús le dijo a la mujer: «Tus pecados son perdonados». (Lucas 7:44-48).

Antes de mirar a otros mirate a ti mismo. El arrepentimiento de corazón, llevará a sujetar el perdón de nuestras culpas.

Pues todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios. Sin embargo, con una bondad que no merecemos, Dios nos declara justos por medio de Cristo Jesús, quien nos liberó del castigo de nuestros pecados. Romanos 3:24

En esta semana has un ejercicio interno de todo corazón, piensa en todo lo que ha hecho Dios por ti en tu vida . Mas El solo quieres que lo reconozcas, que limpies tu interior, reconociendo todos los errores que te llevaron a pecar y le pidas perdón.

ORACIÓN

Señor Jesucristo. Se que el valor del sacrificio de la cruz, tuvo como propósito perdonar nuestros pecados. Ayúdame a arrepentirme de corazón, para poder haber cambios en mi vida. Amén.

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