LA FURIA Y LA TRISTEZA SE VISTEN DEL MISMO SER.

Cuando nos irritamos demasiado nuestro cuerpo se descompone y se desnuda , que al final nos abarca vestirnos de una gran tristeza. Estos trajes hay que dejarlos colgados en el closet de la vida y no quedarnos con ellos.

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizás donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta…En un reino mágico, donde las cosas no tangibles, se vuelven concretas. Había una vez… un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde todas las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente… Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y desnudas las dos entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre esta la furia), urgida -sin saber por qué- se baño rápidamente y más rápidamente aún, salió del agua… Pero la furia es ciega, o por lo menos no distingue claramente la realidad, así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró… Y sucedió que esa ropa no era la suya, sino la de la tristeza… Y así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma, y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está. La tristeza terminó su baño y sin ningún apuro (o mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si hay algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia.

Cuentan que desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada, pero si nos damos el tiempo de mirar bien, encontramos que esta furia que vemos es sólo un disfraz, y que detrás del disfraz de la furia, en realidad…, está escondida una gran tristeza.

La personas en ocaciones nos vestimos de furia, nos conlleva a enojarnos apoderándose en determinados tiempos la irá de nuestro ser. Estas emociones se expresan mediante la irritabilidad, haciéndonos estar descontentos aún de nosotros mismos y del ambiente que nos rodea. Da tristeza ver cómo se descompone nuestro cuerpo, cuando esto sucede, ya que nuestra presión arterial se eleva, a tal grado que el ritmo cardiaco se acelera, dejándonos preocupados y angustiados. Cuando nos pasa la furia nos deja tristes y aburridos por tal acontecimiento, tanto que nuestro ser queda agobiado, melancólico y consumido, por haber vivido ese momento de desasosiego que afectó nuestras emociones y en ocaciones a las personas que amamos.

Airaos, pero no pequeis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis oportunidad al diablo. (Efesios 4:26-27).

Por esto la necesidad de saber que nos podemos airar, pero no dejar que el pecado entre a nuestro ser. Ya que la ira cuando se descontrola se convierte en irritación a nuestras emociones, produciendo la furia y el desequilibrio en el momento que llega.

Allí los impíos cesan de airarse, y allí reposan los cansados. (Job 3:17).

Si no la controlamos caemos en el desasosiego incontrolable de la rabia, que nos lleva en ocaciones a salirnos de nosotros mismo, cayendo en el desenfoque del ser interno y pecador.

Detrás de cada ser airado, se esconde un hombre triste y desconsolado, cargado de emociones y sentimientos , que lo afectan en su interior.

Jesucristo vivió la furia al ver que en el templo se sacaba provecho de las personas que se acercaban a adorar a Dios. Esta furia le produjo una gran tristeza al ver todo el negocio que hacían estos mercaderes. Y le produjo un gran celo Divino. Mas el pecado no habito en El.

La Pascua de los judíos estaba cerca, y Jesús subió a Jerusalén, y encontró en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero allí sentados. Y haciendo un azote de cuerdas, echó a todos fuera del templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas; Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu casa me consumira. (Juan 2:13-17)

De ahi que. La furia produce rabia. La tristeza produce desconsuelo. Y estas dos se visten de un mismo ser. Mas es necesaria ponernos el traje de la paz, conque relucimos con tranquilidad en la vida. Y dejar colgados estos dos primeros en el closet de la vida.

ORACIÓN .

Señor. Ayúdame a controlar mis emociones, no dejes que la furia o el enojo, irriten a mi ser interior, para que la rabia no produzca pecado en mi. Dame la paz para discernir todo acontecimiento, con sabiduría , para guardar mi corazón de la tristeza. Amén.

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