Peleando, juzgando antes de tiempo y alterándose no se consigue jamás lo suficiente. Más siendo justo, cediendo y observando a los demás con una simple cuota de serenidad, se consigue más de lo que se espera.
Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones apresuradas nos hacen valorar erróneamente a los demás y cometer graves equivocaciones. ¿Pero que sucede cuando nos damos cuenta que nos hemos equivocado y llega la verdad a nosotros?. ¿Cual será nuestra respuesta?, ¿estaremos dispuestos a reconocer nuestro error? . Son estas algunas preguntas que te harías, una vez de haber leído esta pequeña historia.
Había una vez una señora que debía viajar en tren. Cuando la señora llegó a la estación, le informaron de que su tren se retrasaría aproximadamente una hora. Un poco fastidiada, se compró una revista, un paquete de galletas y una botella de agua. Buscó un banco en el andén central y se sentó, preparada para la espera. Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó a su lado y comenzó a leer un diario. De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y comenzó a comer. La señora se molestó un poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer de cuenta que nada había pasado. Así que, con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó una galleta y se la comió mirando fijamente al joven. Como respuesta, el joven tomó otra galleta y, mirando a la señora a los ojos y sonriendo, se la llevó a la boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo fijamente. El diálogo de miradas y sonrisas continuó entre galleta y galleta. La señora estaba cada vez más irritada, y el muchacho cada vez más sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de que sólo quedaba una galleta, y pensó: “No podrá ser tan caradura” mientras miraba alternativamente al joven y al paquete. Con mucha calma el joven alargó la mano, tomó la galleta y la partió en dos. Con un gesto amable, le ofreció la mitad a su compañera de banco. -¡Gracias! -dijo ella tomando con rudeza el trozo de galleta. -De nada -contestó el joven sonriendo, mientras comía su mitad. Entonces el tren anunció su partida. La señora se levantó furiosa del banco y subió a su vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente y mal educado! ¡Qué será de nuestro mundo!” De pronto sintió la boca reseca por el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí su paquete de galletas intacto.
Somos rápidos para juzgar y apuntar con nuestro dedo las faltas de los demás. Nuestros Prejuicios nos llevan a dar opiniones equivocadas y adelantadas ante una situación de disgusto o inconformidad. El prejuicio es la acción y efecto de prejuzgar (juzgar las cosas sin tener cabal conocimiento o antes del tiempo oportuno). Cuando juzgamos sin conciencia, nos estamos preconcibiendo una opinión que puede ser equivocada o errónea. Somos buenos para apuntar las faltas que cometen lo demás contra nosotros, pero se nos olvida rápidamente las faltas que cometemos contra el prójimo.
¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! (Romanos 11:33)
El ser humano por lo generar tiende a autodefenderce, pero cuando preconcebimos una opinión contraria contra algo o alguien, defendemos con fuerzas nuestro punto de vista, nos paramos en la ralla de nuestros Prejuicios, defendiendonos a capa y espada nuestra opinión. Cuando nos adelantamos a dar una opinión sin conocer la verdad, infundidos por otros. Nos preconcebimos un juicio equivocado, midiendo las faltas con los metros de los demas, sin utilizar el nuestro propio.
Mis amados hermanos, ¿cómo pueden afirmar que tienen fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo si favorecen más a algunas personas que a otras?. Por ejemplo, supongamos que alguien llega a su reunión vestido con ropa elegante y joyas costosas y al mismo tiempo entra una persona pobre y con ropa sucia. Si ustedes le dan un trato preferencial a la persona rica y le dan un buen asiento, pero al pobre le dicen: «Tú puedes quedarte de pie allá o bien sentarte en el piso», ¿acaso esta discriminación no demuestra que sus juicios son guiados por malas intenciones?. Santiago 2:1 -4.
Cuántas veces la desconfianza, ya instalada en nosotros, hace que juzguemos arbitrariamente a las personas y las situaciones, encasillándolas en ideas preconcebidas alejadas de la realidad.
También les decía: Cuidaos de lo que oís. Con la medida con que midáis, se os medirá, y aun más se os dará. (Marcos 4:24).
!! Nuestro prejuicio juzgan rápidamente. Nuestra serenidad consigue la verdadera la vida!!.
ORACIÓN .
Eterno DIOS. Ayúdame a ser equilibrado, cuando tenga que dar una opinión de algo o de alguien. Dame la sabiduría para no dar juicios adelantados, si no ser conscientes de la verdad en ellos. Para no juzgar con prejuicios preconcebidos. Amén.