La esperanza es la conciencia misma de lo que se puede obtener, es creer que existe, sin perder la fe de que es posible. Solo es hacer realidad lo que tanto te anima.
Había una vez dos hombres que eran vecinos del mismo pueblo. Uno era cazador y el otro pescador. El cazador tenía muy buena puntería y todos los días conseguía llenar de presas su enorme cesta de cuero. El pescador, por su parte, regresaba cada tarde de la mar con su cesta de mimbre repleta de pescado fresco.
Un día se cruzaron y como se conocían de toda la vida comenzaron a charlar animadamente. El pescador fue el que inició la conversación.
– ¡Caray! Veo que en esa cesta llevas comida de sobra para muchos días.
– Sí, querido amigo. La verdad es que no puedo quejarme porque gracias a mis buenas dotes para la caza nunca me falta carne para comer.
– ¡Qué suerte! Yo la carne ni la pruebo y eso que me encanta… ¡En cambio como tanto pescado que un día me van a salir espinas!
– ¡Pues eso sí que es una suerte! A mí me pasa lo que a ti, pero al revés. Yo como carne a todas horas y jamás pruebo el pescado ¡Hace siglos que no saboreo unas buenas sardinas asadas!
– ¡Vaya, pues yo estoy más que harto de comerlas!…
Fue entonces cuando el cazador tuvo una idea brillante.
– Tú te quejas de que todos los días comes pescado y yo de que todos los días como carne ¿Qué te parece si intercambiamos nuestras cestas?
El pescador respondió entusiasmado.
– ¡Genial! ¡Una idea genial!
Con una gran sonrisa en la cara se dieron la mano y se fueron encantados de haber hecho un trato tan estupendo.
El pescador se llevó a su casa el saco con la caza y ese día cenó unas perdices a las finas hierbas tan deliciosas que acabó chupándose los dedos.
– ¡Madre mía, qué exquisitez! ¡Esta carne está increíble!
El cazador, por su parte, asó una docena de sardinas y comió hasta reventar ¡Hacía tiempo que no disfrutaba tanto! Cuando acabó hasta pasó la lengua por el plato como si fuera un niño pequeño.
– ¡Qué fresco y qué jugoso está este pescado! ¡Es lo más rico que he comido en mi vida!
Al día siguiente cada uno se fue a trabajar en lo suyo. A la vuelta se encontraron en el mismo lugar y se abrazaron emocionados.
El pescador exclamó:
– ¡Gracias por permitirme disfrutar de una carne tan exquisita!
El cazador le respondió:
– No, gracias a ti por dejarme probar tu maravilloso pescado.
Mientras escuchaba estas palabras, al pescador se le pasó un pensamiento por la cabeza.
– ¡Oye, amigo!… ¿Por qué no repetimos? A ti te encanta el pescado que pesco y a mí la carne que tú cazas ¡Podríamos hacer el intercambio todos los días! ¿Qué te parece?
– ¡Oh, claro, claro que sí!
A partir de entonces, todos los días al caer la tarde se reunían en el mismo lugar y cada uno se llevaba a su hogar lo que el otro había conseguido.
El acuerdo parecía perfecto hasta que un día, un hombre que solía observarles en el punto de encuentro, se acercó a ellos y les dio un gran consejo.
– Veo que cada tarde intercambian su comida y me parece una buena idea, pero corren el peligro de que un día dejen de disfrutar de su trabajo sabiendo que el beneficio se lo va a llevar el otro. Además ¿no creen que pueden llegar aburrirse de comer siempre lo mismo otra vez?… ¿No sería mejor que en vez de todas las tardes, intercambiaran las cestas una tarde sí y otra no?
El pescador y el cazador se quedaron pensativos y se dieron cuenta de que el hombre tenía razón. Era mucho mejor intercambiarse las cestas en días alternos para no perder la ilusión y de paso, llevar una dieta más completa, saludable y variada.
A partir de entonces, así lo hicieron durante el resto de su vida.
¿Qué seríamos sin ilusiones? Tenemos ilusiones de todo tipo y hay de aquél que no las tenga. Las ilusiones son deseos con la idea de que sean hechas realidad.
No todos las tenemos: un depresivo carece de todo tipo de ilusión, no hay futuro, nada merece la pena.
Sin embargo no se puede vivir sin ellas. Es verdad que, a veces, no podemos “vivir” sin una pierna, aunque, algunos lo aceptan y realizan sus deseos solamente limitados para aquellas acciones que conllevan el uso de del órgano afectado. Cuando las ilusiones se convierten en realidad, que suele suceder, rápidamente las sustituimos por otras, necesitamos más y más ilusiones para poder vivir. ¿Cómo sería un mundo sin ilusiones? Sería, más o menos como un túnel a donde la luz no ha llegado: falla la claridad que ilumine los caminos.
¿Cómo se puede vivir sin ilusiones? ¿Cómo puedo tener ilusiones tal como estamos viviendo? No hay esperanza de encontrar nada ilusionante y así nuestra vida es una carencia de cualquier tipo de ilusión.
¡Con ilusión todo es posible, no hay nada de lo que no podamos ilusionarnos!.
Cuando cumplimos con alguna ilusión, a veces, nos quedamos apagados, parece como si no fuéramos nada, de la alegría que tenemos, pero esta sensación pasa rápido y de nuevo nos encontramos con una nueva ilusión motivadora ,con un nuevo encuentro hacia lo deseado.
Las ilusiones han de ser posibles, tenemos que evaluarlas para comprobar la probabilidad que hay de que se conviertan en realidad, de lo contrario, nos introduciremos en la utopía donde uno penetra y nunca consigue salir, no hay probabilidades, no hay esperanza, no tenemos cualidades ni recursos para acceder a ellas.
De ahí que pensemos antes si hay alguna probabilidad, de acuerdo con nuestra capacidad, de que puedan hacerse realidad, de lo contrario fracasaríamos una y otra vez, y no haríamos nada más que intentar caer rápidamente por la montaña hacia el abismo, sin posibilidad de poder coronar, algún día, la cima de la montaña.
También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación. Y esa esperanza no acabará en desilusión. Pues sabemos con cuánta ternura nos ama Dios, porque nos ha dado el Espíritu Santo para llenar nuestro corazón con su amor. Romanos 5:3-5.
Bueno sería que antes de crearnos ilusiones, comprobáramos si tenemos posibilidades de que puedan realizarse y así evitar ese peregrinaje de millones de personas sin destino y sin ilusiones.
Para esto es necesario desarrollar la fe, que es la que puede mover montañas y obstáculos, para lograr los propósitos que pretendemos alcanzar.
—Ustedes no tienen la fe suficiente —les dijo Jesús—. Les digo la verdad, si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a esta montaña: “Muévete de aquí hasta allá”, y la montaña se movería. Nada sería imposible. Mateo 17:20
Nunca pierdas la ilusión por lo que hagas e intenta disfrutar de las múltiples cosas que te ofrece la vida. La ilusion hechas realidad, son las luchas de nuestros deseos, que nos llevan a los objetivos que pretendemos.
Él contestó: «Lo que es imposible para los seres humanos es posible para Dios». (Lucas 18:27).
Una ilusión es como una vela prendida, siempre está alumbrando, mas si la dejas apagar se vuelve oscuro tú alrededor y te cae el desanimo.
!! Una ilusión es una luz de esperanza. Una desilucion es la oscuridad de nuestra vida!!.
ORACIÓN .
Señor. La esperanza es la luz que alumbrara nuestras ilusiones, saber que siempre en ti hay posibilidad de obtener las bondades que nos ofreces. Por esto mi confianza es poder saber que contigo soy más que vencedor, para lograr los objetivos. Amén.