Tan amable, delicada y detallada que revolotea por nuestros jardines; esta hermosa mariposa que vemos hoy tuvo que atravesar un viaje para alcanzar el potencial de su ser.
Comenzando como un huevo pequeño, lentamente comienza a transformarse en una pequeña oruga hambrienta. Durante este tiempo, ella se alimenta y crece continuamente. Todo lo que ingiere la ayuda a crecer 100 veces más grande y eventualmente también serán los nutrientes que usará en el futuro.
Una vez que ha alcanzado su límite, se convierte en una pupa, también conocida como capullo. Puede suspenderse debajo de una rama escondida entre las hojas o enterrarse bajo tierra. Sin embargo, esta oruga que alguna vez fue libre para vagar y comer ahora se encuentra confinada por todos lados y rincones; Es en este confinamiento donde ocurre la transformación.
Cuando la oruga entra en esta temporada de su vida, no sabe cuánto tiempo será, pero sabe que es parte del plan. Entonces, a medida que pasan los días, las semanas y los meses en este espacio reducido, comienza a notar que cosas crecen y se forman dentro de ella que no sabía que tenía: ojos, piernas y alas. Todas estas cosas crecen en el momento en que se ve presionada por todos lados.
Sin embargo, como sabemos, no todas las temporadas duran para siempre. Justo antes de emerger una vez más en el mundo y mostrar una nueva apariencia, la mariposa debe liberarse. Poco a poco, comienza a encontrar la manera de salir del capullo, y una vez fuera, lentamente expande sus alas para que todos la vean, esperando el momento adecuado para finalmente volar.
Nuestras vidas espirituales pueden parecerse a la de una mariposa. A menudo comenzamos como una oruga hambrienta, lista para crecer. Por lo tanto, buscamos alimento espiritual, comunidad y aliento para llenar nuestro espíritu. Y así comemos; leemos devocionales, la Biblia, escuchamos enseñanzas y nos unimos a grupos pequeños. Cuanto más ingerimos, más crecemos y acumulamos los recursos que bien necesitaremos cuando cambie la temporada.
Entonces llegamos inevitablemente a un lugar, como una mariposa, donde nos encontramos confiados y presionados por todos lados. Podemos sentir momentos atrapados sin ningún lugar adonde ir, pero cuando permitimos que el proceso siga su curso y recordamos que nos hemos estado preparando para esto, finalmente llegamos a comprender que nuestra transformación ha comenzado.
Al igual que la oruga, en esta temporada, comenzamos a notar que se forman nuevas cosas dentro de nosotros. Nos damos cuenta de que los recursos que ingerimos en nuestro tiempo de crecimiento fueron para ayudarnos en esta temporada a desarrollar un caminar, una mentalidad y una perspectiva diferentes, alineadas con las de Dios. Poco a poco comenzamos a dejar ir lo que una vez fuimos para convertirnos en lo que fuimos creados para ser.
Sin embargo, no todas las estaciones duran para siempre. Entonces, cuando finalmente nos liberamos, expandimos nuestras alas espirituales, cada detalle de ellas cuenta una historia de las batallas que tuvimos que pelear y la grandeza de Dios. Emergemos al mundo en la plenitud de nuestro potencial dado por Dios y podemos finalmente volar.