A veces tenemos lo que hemos deseado seguro pero, por querer tener más, lo arriesgamos todo y nos quedamos sin nada. Ten siempre en cuenta, como dice el famoso refrán, que !! El que acaparará mucho rompe el saco!!.
Cuenta una antigua historia que una vez un hombre iba cargado con un gran saco de lentejas. Caminaba a paso ligero porque necesitaba estar antes del mediodía en el pueblo vecino. Tenía que vender la legumbre al mejor postor, y si se daba prisa y cerraba un buen trato, estaría de vuelta antes del anochecer. Atravesó calles y plazas, dejó atrás la muralla de la ciudad y se adentró en el bosque. Anduvo durante un par de horas y llegó un momento en que se sintió agotado.
Como hacía calor y todavía le quedaba un buen trecho por recorrer, decidió pararse a descansar. Se quitó el abrigo, dejó el saco de lentejas en el suelo y se tumbó bajo la sombra de los árboles. Pronto le venció el sueño y sus ronquidos llamaron la atención de un monito que andaba por allí, saltando de rama en rama.
El animal, fisgón por naturaleza, sintió curiosidad por ver qué llevaba el hombre en el saco. Dio unos cuantos brincos y se plantó a su lado, procurando no hacer ruido. Con mucho sigilo, tiró de la cuerda que lo ataba y metió la mano.
¡Qué suerte! ¡El saco estaba llenito de lentejas! A ese mono en particular le encantaban. Su ambición lo llevo a cojer un buen puñado y sin ni siquiera detenerse a cerrar la gran bolsa de cuero, subió al árbol para poder comérselas una a una.
Estaba a punto de dar cuenta del rico manjar cuando de repente, una lentejita se le cayó de las manos y rebotando fue a parar al suelo.
¡Qué rabia le dio! ¡Con lo que le gustaban, no podía permitir que una se desperdiciara tontamente! Gruñendo, descendió a toda velocidad del árbol para recuperarla.
Por las prisas, el atolondrado macaco se enredó las patas en una rama enroscada en espiral e inició una caída que le pareció eterna. Intentó agarrarse como pudo, pero el tortazo fue inevitable. No sólo se dio un buen golpe, sino que todas las lentejas que llevaba en el puño se desparramaron por la hierba y desaparecieron de su vista.
Miró a su alrededor, pero el dueño del saco había retomado su camino y ya no estaba.
¿Sabéis lo que pensó el monito? Pues que no había merecido la pena arriesgarse por una lenteja. Se dio cuenta de que, por culpa de esa torpeza, ahora tenía más hambre y encima, se había ganado un buen chichón.
Cuando queremos mucho, debemos aprender a soltar, ya que si no lo hacemos, en el acaparar demasiado podemos perder. No podemos cargar mas de nuestro limite, ya que el sobrepasarse debilita y hace daño.
El hombre con ambición y medido presenta una cualidad muy positiva en ojos de algunos, y una muestra de competitividad desmedida para otros. Las personas ambiciosas despiertan admiración, pero también críticas y envidias. La ambición puede ser un rasgo muy valioso a la hora de labrarse un futuro laboral prometedor. Las empresas, sobre todo a raíz de la crisis, buscan empleados que sepan desarrollar unidades de negocio y proyectos ambiciosos, y no trabajadores que se limiten a desempeñar tareas mecánicas. Para esto se proponen objetivos y rectos, son capaces de asumir riesgos, en la mayoría no alardean de sus logros, son proativos, con un potencial de creatividad, compitiendo con ellos mismos; y de igual manera se rodean de un gran equipo de trabajo eficiente. Las personas ambiciosas en el buen sentido, pueden aprender de todo aquello que nos puede aportar algo positivo.
La ambición, pues, puede también ser una cualidad útil en la vida, porque nos dota de tesón y resistencia ante los inconvenientes, nos hace progresar a pesar de las dificultades y seguir aprendiendo y desarrollándonos mientras recorremos el camino. Por lo general la perseverancia continua nos permite lograr objetivos constantes, mas debemos de saber medir muy bien los anhelos, para no desmedirnos en buscarlos solo por placeres.
He notado otro gran problema bajo el sol: acaparar riquezas perjudica al que ahorra. Se invierte dinero en negocios arriesgados que fracasan, y entonces todo se pierde. A fin de cuentas, no queda nada para dejarles a los hijos. Eclesiastés 5:13-14
Es bien posible que en muchas ocasiones se asocie el adjetivo “ambicioso” a personas que llevan sus deseos de poder y riquezas a límites insanos. No trates de hacer muchas cosas a la vez. Has una a tiempo y veras que bien te van a salir. Mas vale poco y bien hecho, que demasiado y de mala calidad.
Pero los que viven con la ambición de hacerse ricos caen en tentación y quedan atrapados por muchos deseos necios y dañinos que los hunden en la ruina y la destrucción. (1 Timoteo 6:9).
Cuando está se convierte de un modo exagerado, caen en la insatisfacción de lo alcanzado, para perder hasta la calma de su vida, convirtiéndose en esclavos de si mismos y cayendo en la avaricia. La cual puede producir pérdidas en su entorno. La persona que se desmide por lograr alcanzar abundancia, sin razonar en las consecuencias, esta el una cuerda floja, que muy pronto pude caer a un abismo, ya sea en lo económico, emocional o personal. Hay quienes tratan de obtener más cosas de lo que los demás desean, tratan de recojer mucho más de lo que pueden manejar, estos síntomas de avariciar o de tratar de abarcar más de lo que pretende alcanzar, conllevan a la persona al egoísmo, trayendo como resultado sufrimiento interno de frustración.
El no tener en cuenta hasta donde son nuestras capacidades , producirá una sobre fuerza que afectara el cuerpo y lo debilitará. Ten presente que. ¡ vale mas tener dos pájaros en nuestras manos, que muchos picoteando todo nuestro cuerpo!.
Jesús le respondió:—Amigo, ¿quién me puso por juez sobre ustedes para decidir cosas como esa?. Y luego dijo: «¡Tengan cuidado con toda clase de avaricia! La vida no se mide por cuánto tienen». »Si son fieles en las cosas pequeñas, serán fieles en las grandes; pero si son deshonestos en las cosas pequeñas, no actuarán con honradez en las responsabilidades más grandes. (Lucas 16:10).
Es mejor poco que podamos controlar, que muchos que se nos salga de las manos. Si recoges mucho obsesivamente se te caen de la manos. Solo toma lo que puedas apretar.
Entonces, ¿qué gana la gente con tanto esfuerzo y preocupación en esta vida?. Sus días de trabajo están llenos de dolor y angustia, ni siquiera de noche pueden descansar la mente. Nada tiene sentido. Entonces llegué a la conclusión de que no hay nada mejor que disfrutar de la comida y la bebida, y encontrar satisfacción en el trabajo. Luego me di cuenta de que esos placeres provienen de la mano de Dios. Eclesiastés 2:22 -24.
Disfruta y vive feliz mientras vivas, ya que del afán solo queda el cansancio. La ambición equilibrada produce satisfacción, cuando se desequilibra produce avaricia y tristeza. Convirtiéndose en un hombre acumulador e infeliz con lo que posee.
ORACIÓN .
Señor. Concédeme la capcidad de el equilibrio para ser cauto, cuando tenga que ambiciónar, sabiendo producir con honestidad y poder disfrutar de tus bendiciones, sin caer en la avaricia. Amén.