Una rayo de esperanza es una gran luz en la oscuridad, y enciende una gran fe en los hombres, con el cual su vida será reflejada con sus acciones. Todo es cuestión de encender nuestra vida espiritual.
Un Sabio, filósofo de Oriente, contó a sus discípulos la siguiente historia:
“… Varios hombres habían quedado encerrados por error en una oscura caverna donde no podían ver casi nada. Pasó algún tiempo, y uno de ellos logró encender una pequeña tea. Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada. Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea y así compartiendo la llama con todos la caverna se iluminó”.
Uno de los discípulos preguntó al sabio : ¿Qué nos enseña, maestro, este relato?
El contestó: Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo. Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que por el contrario la hace crecer.
Cuando andamos en la luz de Dios, nuestros caminos son iluminados, y elegimos seguir a los que tiene la luz, con quienes juntos alumbramos la vida de muchos.
¿Has hecho que la luz del día se extienda hasta los confines de la tierra para poner fin a la perversidad de la noche?. A medida que la luz se aproxima, la tierra va tomando forma como el barro bajo un sello; se viste de brillantes colores. Esa es la de Cristo es la energía divina, el poder o influencia que procede de Dios por conducto de Cristo y que da vida y luz a todas las cosas. La Luz de Cristo ejerce una influencia para bien en la vida de las personas y las prepara para recibir el Espíritu Santo. Aquello que llamamos conciencia es una manifestación de la Luz de Cristo.
Envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen. Que me lleven a tu monte santo, al lugar donde vives. (Salmos 43:3).
La Luz de Cristo “procede de la presencia de Dios para llenar la inmensidad del espacio”. Es “la luz que existe en todas las cosas, que da vida a todas las cosas, que es la ley por la cual se gobiernan todas las cosas”. Este poder constituye una influencia para bien en la vida de todas las personas. En las Escrituras, la Luz de Cristo a veces se conoce como el Espíritu del Señor, el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo o la Luz de la Vida.
La luz molesta a los malvados y detiene el brazo que se levanta para hacer violencia. (Job 38:13-1).
La conciencia es una manifestación de la Luz de Cristo y nos permite juzgar entre el bien y el mal. “A todo hombre se da el Espíritu de Cristo para que sepa discernir el bien del mal; por tanto, os muestro la manera de juzgar; porque toda cosa que invita a hacer lo bueno, y persuade a creer en Cristo, es enviada por el poder y el don de Cristo, por lo que sabréis, con un conocimiento perfecto, que es de Dios…
»Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial. (Mateo 5:14-16).
Un rayo de luz ilumina una vida oscura, deja que la luz de Cristo ilumine tu vida.
ORACIÓN .
Señor, Tú eres la luz que da esperanza a mi vida, y alumbra mis caminos para saber elegir la guía de el bienestar espiritual. Amén.